sábado, 9 de enero de 2016

#21 Hábito: Aguas azules bajo la selva maya (1)





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Por la trocha en la selva maya galopa el caballo Careto.  Careto arrastra la plataforma con ruedas sobre los rieles.  Sobre la plataforma trepidan escafandras y compensadores y reguladores y el señor Roberto con las riendas y José Silveira y yo.  Nos fuetean la cara ramas floridas.  Nos eluden mariposas encandilantes.  A veces corremos por túneles vegetales.  A ratos llueve.  Careto sube pequeñas cuestas, galopa en bajadas de montaña rusa.  Mosquitos y tábanos zumban a nuestro paso.  Se detiene Careto y corre a la derecha de la vía para pasar entre los árboles.  Hemos llegado al cenote.  En las selvas del Yucatán no hay ríos.  El agua se cuela por el suelo calcáreo, excava cavernas como catedrales, repleta lagos abisales, corre por ríos subterráneos.  A veces la bóveda de uno de estos templos sumergidos se derrumba.  Por un agujero que parece boca del infierno vemos decenas de metros más abajo aguas azul turquesa.  Racimos de raíces cuelgan como árboles invertidos.  Revolotean golondrinas.  Es el cenote, o pozo sagrado, depositario de las aguas de la vida.  En los delirios de los rituales de desangramiento soñaban los antiguos mayas un mundo subterráneo del cual sólo héroes o sabios resurgían convertidos en astros.  Quien era arrojado en sacrificio a un cenote no volvía al mundo de los vivos.  Quizá en efecto regresaba solo como fulgor o sombra.  Hacia la tiniebla descolgamos con poleas las bombonas de buceo y bajamos por escalas de hierro, a veces reptamos con bombonas en la espalda hasta el agua helada que parece no haber recibido nunca el sol.

Continuará...

Parte 1 de "Aguas azules bajo la selva maya" de Luis Britto.  Extraído de la antología "El Cero o la Nada" - Ed. Desde la gente.

Cariños y hasta mañana.

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