viernes, 25 de marzo de 2016

Un día se vuelve. Y se vuelve con una carta.



Carta de un revolucionario del mundo: Ernesto "Che" Guevara a Aleida March.

Amor:
    Ha llegado el momento de enviarte un adiós que sabe a campo santo (a hojarasca, a algo lejano y en desuso, cuando menos).  Quisiera hacerlo con esas cifras que no llegan al margen y suelen llamarse poesía, pero fracasé; tengo tantas cosas íntimas para tu oído que ya la palabra se hace carcelero, cuanto más esos algoritmos esquivos que se solazan en quebrar mi onda.  No sirvo para el noble oficio de poeta.  No es que no tenga cosas dulces. Si supieras las que hay arremolinadas en mi interior. ¡Pero es tan largo, ensortijado y estrecho el caracol que las contiene, que salen cansadas del viaje, malhumoradas, esquivas, y las más dulces son tan frágiles! Quedan trizadas en el trayecto, vibraciones dispersas, nada más. […] Carezco de conductor, tendría que desintegrarme para decírtelo de una vez.  Utilicemos las palabras con un sentido cotidiano y fotografiemos el instante.
    Se acabaron los cantos de sirena y los combates interiores; se levanta la cinta para mi última carrera. La velocidad será tanta que huirá todo grito. Se acabó el pasado; soy un futuro en camino. No me llames, no te oiría; sólo puedo rumiarte en los días de sol, bajo la renovada caricia de las balas […] Lanzaré una mirada en espiral, como la postrera vuelta del perro al descansar, y los tocaré con la vista, uno a uno y todos juntos. Si sientes algún día la violencia impositiva de una mirada, no te vuelvas, no rompas el conjuro, continúa colando mi café y dejame vivirte para siempre en el perenne instante.

El Che también era poeta, aunque lo negara, con una extrema sensibilidad.  Suyas son las frases "Endurecerse sin perder la ternura jamás" o "Todos los días la gente se arregla el cabello ¿Por qué no el corazón?".
Un revolucionario con un pensamiento lúcido, profundo, sensible, generoso. Soñador, por supuesto.

Cariños y me encuentran por aquí.