martes, 25 de abril de 2017

Que tu mirada vaya...

A veces nos caen estas maravillas en el momento indicado.  La palabra justa que resuena y uno no puede permanecer estático, algo se mueve, algo se marcha, algo queda.  Hay poemas-túneles, poemas-caminos, poemas-espejos.  Este poema de Alberto Girri sabe de transportes.


QUE TU MIRADA VAYA...
Alberto Girri


Que tu mirada vaya
dejando de separar
impresiones sensibles, afectivas,
de las meras formas,
                      y resbale, no coherente,
a despojar de relieve lo que encuentre,

                    indicaría cómo pierdes
el dominio sobre ella,
                            paralizado también
tu cuerpo en lo que hasta ahora fue:
                               manifestación y participación,
                    y en suspenso
la rutina del hablar y el pensar,
la exigencia de que hablar
y no pensar no se puede,
                               ni pensar callando.

Y más aun haría patente
un empezar a abandonarte
a lo suelto y espontáneo
como viento, como corriente,
                               viento y corriente,
no ya situaciones fijas, inmovilidad objetiva,

no ya dilemas,
                                sino un calmo estar
en el que te permitas verte
cazando pájaros con redes,
liebres con gestos,
                                irreflexivamente.



Cariños.

lunes, 24 de abril de 2017

Un caballo de cartón


En frente de mi casa (y cuando digo en frente de mi casa me refiero a justo en frente, cruzando la calle) a veces, veo un caballo.  Ese caballo es un petiso, he visto a los chicos de la cuadra queriendo subirse.  No pudieron.  A veces, lo veo parado muy cerca de la calle y ahí se queda.  No sé si el caballo existe, para asegurarme le saqué una foto.  Me da igual si es real o no, como decía Machado: "(..) todo es soñar / el caballito soñado / y el caballo de verdad".


ERA UN NIÑO QUE SOÑABA

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó! 

Antonio Machado


Cariños.

miércoles, 19 de abril de 2017

El regalo sin fin



THE UNENDING GIFT

Un pintor nos prometió un cuadro.
Ahora, en New England, sé que ha muerto.  Sentí, como otras veces, la tristeza de comprender que somos como un sueño.  Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos.
(Sólo los dioses pueden prometer, porque son inmortales).
Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará.
Pensé después: si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosa más, una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa; ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier color y no atada a ninguno.
Existe de algún modo.  Vivirá y crecerá como una música y estará conmigo hasta el fin.  Gracias, Jorge Larco.
(También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal).

Jorge Luis Borges.  "Elogio de la sombra", 1969 



Hoy me quedo con la sensación de la inmortalidad, del poder de lo humano que es lo divino, también.

Hoy me quedo diciendo gracias.


Cariños.

lunes, 17 de abril de 2017

"Yo soy el río"


Cada vez que voy al río, encuentro un tiempo que aletarga.  Un adormecimiento que se demora, como se demora el puente en abrir su parte ante los barcos.  Un adormecimiento de siesta.  En "Pausas de madera" está y se nombra en varios poemas, el río como remanso, el río como varadero.  El río y el agua de río.  Ahora voy a compartir aquí un hermoso poema de Javier Heraud.


POEMA EL RIO
de Javier Heraud

Yo soy un río, 
    voy bajando por 
    las piedras anchas, 
    voy bajando por 
    las rocas duras, 
    por el sendero 
    dibujado por el 
    viento. 
    Hay árboles a mi 
    alrededor sombreados 
    por la lluvia. 
    Yo soy un río, 
    bajo cada vez más 
    furiosamente, 
    más violentamente 
    bajo 
    cada vez que un 
    puente me refleja 
    en sus arcos.
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    Yo soy un río 
    un río 
    un río 
    cristalino en la 
    mañana. 
    A veces soy 
    tierno y 
    bondadoso. Me 
    deslizo suavemente 
    por los valles fértiles, 
    doy de beber miles de veces 
    al ganado, a la gente dócil. 
    Los niños se me acercan de 
    día, 
    y 
    de noche trémulos amantes 
    apoyan sus ojos en los míos, 
    y hunden sus brazos 
    en la oscura claridad 
    de mis aguas fantasmales.

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    Yo soy el río. 
    Pero a veces soy 
    bravo 
    y 
    fuerte 
    pero a veces 
    no respeto ni a 
    la vida ni a la 
    muerte. 
    Bajo por las 
    atropelladas cascadas, 
    bajo con furia y con 
    rencor, 
    golpeo contra las 
    piedras más y más, 
    las hago una 
    a una pedazos 
    interminables. 
    Los animales 
    huyen, 
    huyen huyendo 
    cuando me desbordo 
    por los campos, 
    cuando siembro de 
    piedras pequeñas las 
    laderas, 
    cuando 
    inundo 
    las casas y los pastos, 
    cuando 
    inundo 
    las puertas y sus 
    corazones, 
    los cuerpos y 
    sus 
    corazones.

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    Y es aquí cuando 
    más me precipito 
    Cuando puedo llegar 
    a 
    los corazones, 
    cuando puedo 
    cogerlos por la 
    sangre, 
    cuando puedo 
    mirarlos desde 
    adentro. 
    Y mi furia se 
    torna apacible, 
    y me vuelvo 
    árbol, 
    y me estanco 
    como un  árbol, 
    y me silencio 
    como una piedra, 
    y callo como una 
    rosa sin espinas.

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    Yo soy un río. 
    Yo soy el río 
    eterno de la 
    dicha. Ya siento 
    las brisas cercanas, 
    ya siento el viento 
    en mis mejillas, 
    y mi viaje a través 
    de montes, ríos, 
    lagos y praderas 
    se torna inacabable.

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    Yo soy el río que viaja en las riberas, 
        árbol o piedra seca 
    Yo soy el río que viaja en las orillas, 
       puerta o corazón abierto 
    Yo soy el río que viaja por los pastos, 
       flor o rosa cortada 
    Yo soy el río que viaja por las calles, 
       tierra o cielo mojado 
    Yo soy el río que viaja por los montes, 
       roca o sal quemada 
    Yo soy el río que viaja por las casas, 
       mesa o silla colgada 
    Yo soy el río que viaja dentro de los hombres, 
        árbol  fruta 
        rosa   piedra 
        mesa corazón 
        corazón y puerta 
        retornados,

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    Yo soy el río que canta 
    al mediodía y a los 
    hombres, 
    que canta ante sus 
    tumbas, 
    el que vuelve su rostro 
    ante los cauces sagrados.

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    Yo soy el río anochecido. 
    Ya bajo por las hondas 
    quebradas, 
    por los ignotos pueblos 
    olvidados, 
    por las ciudades 
    atestadas de público 
    en las vitrinas. 
    Yo soy el río 
    ya voy por las praderas, 
    hay árboles a mi alrededor 
    cubiertos de palomas, 
    los árboles cantan con 
    el río, 
    los árboles cantan 
    con mi corazón de pájaro, 
    los ríos cantan con mis 
    brazos.

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    Llegará la hora 
    en que tendré que 
    desembocar en los 
    océanos, 
    que mezclar mis 
    aguas limpias con sus 
    aguas turbias, 
    que tendré que 
    silenciar mi canto 
    luminoso, 
    que tendré que acallar 
    mis gritos furiosos al 
    alba de todos los días, 
    que clarear mis ojos 
    con el mar. 
    El día llegará, 
    y en los mares inmensos 
    no veré más mis campos 
    fértiles, 
    no veré mis árboles 
    verdes, 
    mi viento cercano, 
    mi cielo claro, 
    mi lago oscuro, 
    mi sol, 
    mis nubes, 
    ni veré nada, 
    nada, 
    únicamente el 
    cielo azul, 
    inmenso, 
    y 
    todo se disolverá en 
    una llanura de agua, 
    en donde un canto o un poema más 
    sólo serán ríos pequeños que bajan, 
    ríos caudalosos que bajan a juntarse 
    en mis nuevas aguas luminosas, 
    en mis nuevas 
    aguas 
    apagadas.


"El Río" Lima 1960. 
  

Cariños.

domingo, 2 de abril de 2017

Cuando está por llover, justamente, con el cielo gris, se me da por pensar en el oficio del poeta y como consecuencia, en Goytisolo

EL OFICIO DEL POETA
José Agustín Goytisolo


Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.

Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.

La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.