domingo, 3 de enero de 2016

#15 Hábito: Antonio Cipriano José María Machado Ruiz.




RECUERDO INFANTIL 

Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía 
de lluvia tras los cristales. 

Es la clase. En un cartel 
se representa a Caín 
fugitivo, y muerto Abel, 
junto a una mancha carmín. 

Con timbre sonoro y hueco 
truena el maestro, un anciano 
mal vestido, enjuto y seco, 
que lleva un libro en la mano. 

Y todo un coro infantil 
va cantando la lección: 
«mil veces ciento, cien mil; 
mil veces mil, un millón». 

Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía 
de la lluvia en los cristales.


Antonio Machado.


Se movía en los espacios cotidianos con gran profundidad.  Su voz masculina y del mundo, de niño, de anciano.  Machado baila entre los versos contando su vida, sus historias, su sentir especial con una voz elegante y a la vez, compartida.  Su voz amiga resuena en quienes leen su poesía.   

Y como no alcanza un solo poema cuando se habla de Machado:


MELANCOLÍA

Tarde tranquila, casi
con placidez de alma,
para ser joven, para haberlo sido
cuando Dios quiso, para
tener algunas alegrías... lejos,
y poder dulcemente recordarlas.

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.

La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y recordando digo:
-"Sí, yo era niño, y tú, mi compañera".


Antonio Machado.


Tampoco dos son suficientes:

SOÑÉ QUE TÚ ME LLEVABAS

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueño, tan verdaderas!

Vive, esperanza, ¡Quién sabe
lo que se traga la tierra!


Antonio Machado.


Cariños y hasta mañana.


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