miércoles, 4 de diciembre de 2013

Esto no es una pipa - Michael Foucault

"Pipa" de Magritte


Esto no es una pipa. ¿Cómo esto no es una pipa?

¿Será porque el dibujo representa otra cosa que no distinguimos?
¿Porque las palabras que dicen "esto no es una pipa" no tienen que ver con el dibujo de arriba?
¿Porque simplemente no es una pipa el dibujo?
¿Será porque el dibujo representa, pero no ES una pipa y la pipa que sí ES, es de madera?
¿Si no es una pipa, qué es?
¿Y si "esto no es una pipa" se refiere a las palabras, mientras que la imagen de arriba sí es una pipa?
¿Lo que dice con palabras y muestra con dibujo se refiere a la misma cosa?

Michael Foucault nos dice:

"Acorralando por dos veces a la cosa de la que habla, le tiende la trampa más perfecta. Por su doble entrada, garantiza esa captura, de la que el discurso por sí solo o el puro dibujo no son capaces. Conjura la invencible ausencia sobre la que no llegan a triunfar las palabras, imponiendo en ellas, por las astucias de una escritura que actúa en el espacio, la forma visible de su referencia: sabiamente dispuestos en la hoja de papel, los signos apelan, desde el exterior, por el margen que dibujan, por el recorte de su masa en el espacio vacío de la página, a la cosa misma de la que hablan. Y de rechazo, la forma visible es surcada por la escritura, labrada por las palabras que la trabajan desde el interior, y, conjurando la presencia inmóvil, ambigua, sin nombre, hacen brotar la red de significaciones que la bautizan, la determinan, la fijan en el universo de los discursos. Doble trampa; cepo inevitable: ¿por dónde escaparían en lo sucesivo el vuelo de los pájaros, la forma transitoria de las flores, la lluvia que chorrea?
(...)
Para que el texto se dibuje y todos sus signos yuxtapuestos formen una paloma, una flor o un aguacero, es preciso que la mirada se mantenga por encima de cualquier desciframiento posible; es preciso que las letras sean todavía puntos, las frases líneas, los párrafos superficies o masas: alas, tallos o pétalos; es preciso que el texto no diga nada a ese sujeto que mira, y que es mirón y no lector. Desde el momento que se pone a leer, en efecto, la forma se disipa; en torno a la palabra reconocida, a la frase comprendida, los otros grafismos se desvanecen, llevándose consigo la plenitud visible de la forma dejando tan sólo el desarrollo lineal, sucesivo, del sentido: menos aún que una gota de lluvia que cae después de otra, menos aún que una pluma o una hoja arrancada.
(...)
Magritte ha vuelto a abrir la trampa que el caligrama había cerrado sobre aquello de lo que hablaba. Pero, de golpe, la cosa misma ha desaparecido. En la página de un libro ilustrado, uno no acostumbra a prestar atención a ese pequeño espacio blanco que se extiende por encima de las palabras y por debajo de los dibujos, que les sirve de frontera común para incesantes pasos: pues es ahí, en esos pocos milímetros de blancura, en la arena calma de la página, donde se anudan entre las palabras y las formas todas las relaciones de designación, de nombramiento, de descripción, de clasificación. El caligrama ha reabsorbido ese intersticio; pero una vez abierto de nuevo, no lo restituye; la trampa ha sido fracturada en el vacío: la imagen y el texto caen cada cual por su lado, según la gravitación propia de cada uno de ellos. Ya no poseen espacio común, ni lugar donde puedan interferirse, donde las palabras sean capaces de recibir una figura y las imágenes capaces de entrar en el orden del léxico. La delgada franja, incolora y neutra, que en el dibujo de Magritte separa texto y figura, hay que verla como un hueco, una región incierta y brumosa que ahora separa a la pipa que flota en su cielo de imagen del pisoteo terrestre de las palabras que desfilan por su línea sucesiva. Y todavía es exagerado decir que hay un vacío o una laguna: se trata más bien de una ausencia de espacio, de una desaparición del «lugar común» entre los signos de la escritura y las líneas de la imagen. La «pipa», que era indivisible entre el enunciado que la nombraba y el dibujo que debía representarla, esa pipa umbrosa que entrecruzaba los lineamientos de la forma y la fibra de las palabras, se ha ocultado definitivamente. Desaparición que el texto, desde el otro lado de ese poco profundo arroyo, constata divertidamente: esto no es una pipa. Por más que el ahora solitario dibujo de la pipa intente asemejarse a esa forma que designa de ordinario la palabra pipa; por más que el texto se extienda por debajo del dibujo con toda la atenta fidelidad de un pie de ilustración en un libro científico: entre ambos no puede pasar ya más que la formulación del divorcio, el enunciado que impugna a la vez el nombre del dibujo y la referencia del texto.

En ninguna parte hay pipa alguna."



Atención con ese espacio en blanco entre lo que es y lo que se dice.  A veces, lo que parece obvio puede no serlo.  Las palabras son símbolos que representan, aunque no pueden llegar a ser el pico del pájaro, la bosta del caballo, el corazón partido.  La narración intenta acercarse, pero no lo toca.  Nunca lo toca, nunca llega.
Teniendo en cuenta esta desaparición de la cosa tratada en el discurso, donde sólo aparece una interpretación de lo que se quiere decir, deberíamos subtitular cada hecho, palabra, con un "esto no es lo que parece ser".

Cariños.

2 comentarios:

  1. Llego a este blog por la relación con mi última entrada.
    https://frodorock.blogspot.com.ar/2018/03/esto-es-una-entrada-ii.html

    Leí el ensayo de Foucault y es magistral, para tener siempre a mano.

    Sigo recorriendo
    Saludos!

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    1. Gracias Frodo. Pasé por tu blog, muy interesante. Gracias por comentar, eso me trajo de nuevo hasta aquí. Abrazo!

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