jueves, 31 de octubre de 2013

To the end




"Los Amantes" R. Magritte


Nadaba como una sirena, con pequeños empujones me deslizaba
bajo el agua sin esfuerzo: movimientos tan suaves y precisos,
movimientos perfectos bajo al agua.
La profundidad se rozaba fría sobre mi piel aterciopelada y transcurría
naturalmente el tiempo sin ahogos.
Mi compañero me encontró y saltamos fuera del agua, quedamos parados
uno en frente del otro.
Instantes eternos, suspendidos en un reflejo de sal y sol. Fue ahí mismo
donde nos abrazamos, dando vueltas en el aire, y caímos al agua sin
impacto para nadar juntos. Él a mi lado, yo feliz. Sé que era feliz porque la
plenitud del momento me dictó al oído poemas de sirenas.
Tomó mi mano y nadamos con más fuerza. Cuando despegamos del
agua en la orilla y caímos al pie de una montaña firme e inmóvil, corrimos
hacia las piedras, corrimos sin cansancio, riendo, gritando, cantando melodías
olvidadas.
Trepamos la montaña velozmente, cada vez más pegados por necesidad
de sentirnos y tocarnos. Un abrazo nos frenó y chocamos con las piedras,
entramos en la montaña al ritmo de su música.
Abrazos y más abrazos para ingresar uno en el otro, para unirnos de
verdad. Me recorrió un cosquilleo inesperado y caliente que agitaba la
sangre. Labios de miel. Retomamos el camino y de un salto caímos en una
pradera verde: campo libre para correr, para tropezar, girar y seguir corriendo.
La pradera se movía hacia atrás haciéndonos correr más rápido.
Siempre de la mano con mi compañero, despegamos al vuelo de un
pájaro que nos cruzó por delante. Sus brazos se hicieron alas y el suelo se
alejaba de nuestros pies. Las flores se hacían miniaturas y las nubes nos
daban la bienvenida rociándonos la cara con una brisa fresca y viento.
Seguíamos en vuelo y no vi mis alas, no sentía mis brazos, fue libertad
sin vértigo. No había límite para mi alma, ya no distinguía donde comenzaba
mi cuerpo: vamos más alto.


Extraído de mi libro Manzanas Maduras y otros Relatos

No hay comentarios:

Publicar un comentario