viernes, 19 de septiembre de 2014

Nota Express 7: Por el atajo

Paró el colectivo en la vereda de enfrente, en la bajada del puente que conecta aquel lado con este.
Ella bajó del colectivo con su hijito en brazos, un pequeño gurisito de menos de un año.  Estaba acomodado, serio, sentado en el antebrazo izquierdo de su madre.  Ella, petisa y ancha.

Caminaba cansada... paso a paso.

El peso se le venía de frente.  Resistiendo la gravedad, avanzaba... pesada.

En un brazo, el pequeño; en el otro, una bolsa blanca hasta el tope, con las manijas apretadas.  Hizo veinte pasos lentos y ya estaba sobre un atajo por el campito, ese que sube hasta el puente.  Miró ambos lados, apoyó su wawa en el pasto.  Sacó de su bolsa blanca un hermoso aguayo que extendió en el piso.  Subió a su wawita al arco iris y con un movimiento preciso lo colocó en su espalda.  Ató la manta a la altura del pecho.  El pequeño carajito, envuelto, se acomodó en silencio.



Toma su bolsa blanca y retoma el atajo.  Camina más ligero.  Un poco tirada hacia adelante, lo suficiente. Es otro impulso, sus manos libres ahora, otra fuerza.  No parece cansada... la conexión con el Ser genera liviandad.

Cuando somos auténticos, no buscamos ser alguien que no somos.  Derrochamos mucha energía cuando aparentamos Ser sin Ser.  Ese Ser pretencioso se vuelve inalcanzable.

Si queremos agradar a los demás para sentirnos queridos, aceptados, estamos dejando mucha energía en ese actuar.  No nos estamos queriendo ni aceptando nosotros mismos.

Energía derrochada que podríamos utilizar para otras cosas, como caminar más ligero, liberar las manos... o amar.


Cariños.

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